Lo primero que habrá que ver a la hora de aislar térmicamente una vivienda o un local es conocer muy bien las características y la morfología del edificio; en función de estos matices, luego deberá elegirse el material aislante más preciso y certero. También será importante comprobar que el espacio no tiene puentes térmicos, es decir, que el interior va a protagonizar todo la maniobra sobre la estructura.
Lo más normal será aislar por el interior, para lo que podrán emplearse dos métodos: el trasdosado interior, que se basa en la colocación de paneles fijos que aíslan todos los muros que dan al exterior también; y la inyección en cámara, ideal para incluir aislantes entre las dos capas de ladrillos que a veces tienen las paredes del interior de la vivienda.
En cualquier caso, a la hora de llevar a cabo la intervención también deberá valorarse si hay que aislar los suelos, los techos, las ventanas, las puertas y los tejados. Y es que cualquier rincón de la casa contribuirá a conservar la temperatura que se ha impulsado. A veces, medidas tan sencillas como sellar bien los puntos débiles de la casa pueden ser de gran ayuda.
Otros complementos para lograr el aislamiento térmico pueden ser la colocación del doble cristal contra la condensación, la instalación de burletes en ventanas y puertas para sellar todos los marcos, la construcción de muros con cámaras de aire, el establecimiento de barreras de vapor contra la humedad, etc.
La lana de roca o la lana mineral pueden convertirse en grandes aliados del usuario que haya decidido de una vez por todas completar el aislamiento térmico de la casa donde vive o del local en el que trabaja. No obstante, como no podía ser de otra forma, rodearse de profesionales del sector y pedir ayuda profesional suele ser el camino más correcto y seguro que tomar.